El día 2 de nuestro viaje estuvo lleno de grandes momentos, viajar por el río, conocer al maestro,  escuchar la música de la marimba, todo ello reflejado en el documental por el que viajamos.

Escoger un tema para contar en este blog fue difícil, requirió de horas decidirlo, quería ponerlo todo en el papel, hasta que  recordé el objetivo de estas líneas, contarles lo que no se ve, eso que parece insignificante para el ojo de los otros y para mi es lo que no olvidare de una visita.  Borre todo lo que tenía escrito, cerré los ojos y decidí escribir sobre el primer recuerdo que viniera a mi al pensar en ese día, ese recuerdo olía a naranjas. 

En mi recuerdo me veo sentada en el piso junto a la esposa del maestro Genaro Torres, ella que está en su casa, silenciosa y apartada del bullicio de la visita aún sentada en medio de la sala, eso me llama la atención. Se ve que está acostumbrada a permanecer al lado de su esposo sin ser notada mientras él cuenta sus historias, hace sus instrumentos y realiza los quehaceres de la casa, en las que por su salud ella no puede colaborar.

La esposa de Don Genaro encendiendo el fogón de leña 

 La miro, parece en su propio mundo, pero me arriesgo a conversar, no se de que, no la conozco mucho, pero luego comienzo a hacerle preguntas que le haría a una tía mayor:

 — Hola — digo yo—, ¿ la estamos molestando, hacemos mucho ruido?—   Ella se ríe. 

Con una voz muy suavecita y aún viendo hacia una de las esquinas de la casa, me dice que no, que todo está bien, sus ojos están nublados por las cataratas lo que la hace legalmente ciega,  aunque noto aún puede ver lo que tiene muy cerca. 

Le comienzo a preguntar por la música, que si le gusta.

—¡Claro que sí!— me responde un poco más cómoda.

Cuando le pregunto cuál es su instrumento favorito entre risas dice —la marimba— yo me río también.  Le digo:

 — ¡Le gustó la música de la marimba y se casó con el marimbero!

 La miró un momento más entre risas, pero sin saber qué más decir. Cuándo me voy a ir de su lado, me toma la mano y con esa aura casi de niña pequeña que le ha dado su edad, me pregunta

—¿ Y mi regalo? ¿Me trajiste un regalo?

La casa de Don Genaro

Los instrumentos de Don Genaro en la mitad de la sala

Yo me puse de todos los colores, no sabía que decirle, la noche anterior en nuestra charla con Nany, le habíamos preguntado dos cosas, que llevarle a los Torres y dónde podríamos comprar el almuerzo para llevar ya que el presupuesto no estaba a nuestro favor. Ella nos dijo que la respuesta a las dos cosas era una sola, hacer un Mercado bien bueno: pollo, pescado, plátanos y demás ingredientes de un buen sancocho en la plaza, con eso, llegar a la vereda y contratar a alguna de las señoras para preparar la comida y compartirla con todos. May y yo estábamos más que agradecidas y aceptamos esta idea que nos resultó muy bien, para con los demás torres, el maestro ya había comido y hecho de comer para su esposa. Para Genaro teníamos preparado un modesto incentivo económico, pero, para su señora, no teníamos nada especial y ahora ella me preguntaba por su regalo.

Metí la mano en mi bolso, a ver si tenía algo bonito que darle, nunca se sabe, pero lo único que encontré en medio de la bolsa de agua, la carpeta con los released, mi iPad y los esferos, fue una naranja; La última de la docena que más temprano ese día nos habían regalado en el mercado.

Esa mañana habíamos salido a rodar, con la intención de recuperar  lo que no quedó tan bien logrado el día anterior al recorrer  las calles de Guapi. 

El equipo aprovechando cada minuto para rodar.

Calles de Guapi

Venta de frutas en el mercado – puerto turistico de Guapi.

Estábamos centrados en el objetivo: retratar el movimiento de ese martes en el pueblo: los negocios que cada mañana sin importar si son venta de chucherías o de ropa tienen la música a todo volumen, las peluquerías donde tejen esas fabulosas trenzas que son arte y libro de historia a la vez , caminar hacia el mercado, donde las frutas llegan en lancha o chalupa y las vendedoras de pescado descaman con gran eficacia. A medida que grabábamos los puestos de venta también hacíamos la compra, ocasionando  charlas como esta:

  — La señora tiene un puesto muy bonito— digo yo al observar un puesto de frutas. 

—Podemos grabarla— contesta Gustavo. 

—Y de paso comprar unos plátanos — completa  May mientras  todos andábamos hacia el lugar.

May se emociona y nos dice: 

— Ella aquí tiene una gran agilidad, grabemos y compremos pescado.  Así vamos llegando al puerto y completando el traído (forma coloquial de llamar a eso que lleva uno a una casa cuando visita, generalmente mercado o un postre).

Cuando llegamos a la parte de las lanchas y chalupas con frutas y verduras paso dos cosas, primero comprobamos lo caro que es comprar esto en el Pacífico y segundo vimos a una persona que habíamos conocido el día anterior pero no sabíamos si estaría feliz al vernos, don Silverio Mina.

El señor tenía una chalupa llena de naranjas y platanos.  La noche anterior nos había dicho que no quería ser grabado. Gustavo vio esa escena y quería filmar al menos las naranjas y los otros puestos cerca del señor así que me acerque a él y le pedí el favor diciéndole que no lo grabamos a él, solo sus naranjas, la lancha y algunas cosas alrededor; que si era necesario le mostraría lo que grabamos para que estuviera tranquilo. El señor aceptó y llegamos a grabar.

En pleno rodaje cerca de las lanchas de frutas y verduras

Don Silverio quien nos regaló la bolsa de naranjas

Momentos despues de recibir la preciada carga de naranjas, notece la bolsa en en mi mano izquierda.

Mientras tomábamos la escena yo miraba esas naranjas, se veían bien jugosas y hacía calor, llevábamos agua, claro, pero esas naranjas se veían tan provocativas. Yo tenía $4.000 COP míos en el bolsillo (casi un USD hoy en día) así que, en cuanto terminamos y los demás comenzaron a caminar fuera del lugar decidí comprar un par de naranjas. Para que se hagan una idea,  costaban $3.000 COP 3 naranjas, casi lo que llevaba conmigo y lo que podía costarme una docena completa en Bogotá, pero allí, era un precio más que justo y con afán para no quedarme atrás, pedí mis naranjas, el señor me mira y me pregunta que cuántos somos, le dije que 5 y en vez de mis 3 naranjitas me entrega un talego completo con una docena y un poco mas de naranjas grandes y jugosas, de esas que ni en Bogotá compraría a ese precio.

Recibo el regalo, además no quiere recibirme dinero y me dice que si necesitamos alguna ayuda no dudemos en buscarlo, me da pena, pero teniendo familia en el campo y habiendo visitado y hecho amigos en diferentes comunidades del país, una cosa que sí aprendí es que la generosidad alimentaria no se rechaza y compartir y aceptar comida es algo que sella buenas relaciones, así que corrí a avisar y todos agradecimos su detalle.

Ese día las naranjas fueron nuestro refrigerio, y cada que alguno decía quiero algo que no sea agua, aparecía yo con una naranja para dársela. 

Llegado el momento de ir a Sansón no podíamos comunicarnos con la persona que había dicho que nos llevaría, recordé la buena oferta del señor de las naranjas y fuimos a pedir su ayuda ( ayuda que pagamos, claro está) para que nos llevará a la vereda. Él amablemente aceptó y nos dio un punto y hora de encuentro para hacer el recorrido que dura si mucho 10 minutos. 

El poder de la naranja empezó a expandirse, nos trajo un nuevo aliado en el territorio, zanjó la desconfianza y deleitó nuestro paladar.

En el viaje en la lanza acercándonos a casa de Los Torres

la “selfi pal face” para que no se diga que no estube

 Ya para cuando llegamos a Sansón me quedaban 3 naranjas en la mochila. En lo que esperaba y me hacía a un ladito para que sonido y foto se preparan me comí una, cuando llegó Gustavo, quería que don Genaro se sentara afuera de su casa y grabarlo haciendo algo para ver sus manos, algo que no fuera tocar o construir instrumentos, no teníamos que darle para esto, bueno si, una naranja.

Don Genaro Torres comiendo naranja

El destino de la penúltima naranja fue convertirse en parte del arte de nuestro documental y ahora con la pregunta de la esposa de don Genaro el destino de esta última naranja estaba ya decidido. Saque la naranja de mi mochila y se la di, ella la recibió como si le hubiera regalado un adorno fino o una muñequita para jugar, puso la naranja al frente y la tocaba y acariciaba como si fuera lo más valioso del universo. Recordé leer que en alguna época las mandarinas eran regalos preciosos de la realeza y pude imaginar a alguien recibirla con el mismo agradecimiento que ella me recibió mi última naranja.

Un par de horas después nos fuimos, don Genaro nos despedía como siempre, invitando a volver y ella aún observaba con encanto su naranja sentada en el piso de  la casa.

Genaro en medio de la lluvia despidiendonos 

El poder de la naranja fue el de compartir lo mucho o lo poco, el de maravillarnos con las cosas pequeñas como lo hizo ella y la liberación que se siente al recibir con amor, sin miramientos o prejuicios del que da o el que recibe, el aceptar estos detalles y disfrutarlos, ver el gran regalo que envuelve algo pequeño. Eso es  con lo que me quedo como recuerdo de nuestra visita a Sansón y es uno de los momentos que más me marcó de este viaje a Guapi.

Para conocer los pormenores de nuestra visita a Guapi, la emoción vivida por todos y las historias que encontramos durante este viaje desde la voz de los protagonistas, no olviden visitar este  capitulo especial del pódcast La Mochila Desgualanga´

¡Volviendo a las Raices!

Capítulo especial: Guapi

Escrito por:  May Mc’Causland
Narrado por:  May  Mc’Causland y Gustavo Angarita Jr.
Grabado y postproducido por: Simón Jaramillo de Vinilo Estudio

¡Hola humanos! Como lo prometido es deuda, he recopilado algunas fotografías, videos, rutas interactivas y enlaces de la visita a Guapi, Cauca. Cómo volvimos esta Barranquillera y el “cachaco” de Gustavo a donde inicio todo, y porque fue tan emocionante volver a la Escuela Normal, a la vereda de Sansón y recorrer el río Guapi. Ahí inició este enamoramiento por los territorios, explorando la cultura, el arte y la vida que nos motivó a embarcarnos en esta hermosa travesía por el Pacífico colombiano. 

Gracias a todos por escucharnos y leernos, estamos felices de saber de ustedes y estaremos atentos a sus mensajes. Nos vemos para seguir explorando La Mochila Desgualanga’. 

¿Por qué Guapi?

Conoce la razón de volver a Guapi (Cauca) después de más de 6 años recorriendo los territorios del Pacífico colombiano. 

Los Hermanos Torres

La trayectoria de la dinastía Torres y la búsqueda de las nuevas generaciones por mantener el legado de la Marimba de chonta en los territorios.  

Expedición Guapi

Nuevamente 4 días al Pacífico, por segunda vez en Guapi, en búsqueda de las raíces del proyecto más ambicioso de nuestras vidas

El Viaje Sonoro

Escucha en la fascinante voz de Gustavo como fue para él volver a donde inicio su amor por los territorios del Pacífico. 

Dato Curioso

Escucha en la ronca voz de May cuál es el recomendado turístico maravilloso que puede disfrutar cerca a Guapi, Cauca. ¡Un sueño de lugar!

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